Por Pedro Muñoz (Concejal de Bienestar Social del Ayuntamiento de Ponferrada y Diputado provincial por Coalición por El Bierzo)
Después del acontecimiento vivido en el claustro del Monasterio de Montes, con motivo de la entrega del Botillo de Oro a José Diego Rodríguez Cubero, no puedo por menos de hacer una serie de consideraciones que me salen del alma.
José Diego Rodríguez Cubero es un religioso Marista nacido en Villanueva de Valdueza que vive en León capital, por donde pasea, donde come y donde seguramente asistirá a misa en la Catedral y en San Isidoro, sin que la admiración por esas joyas arquitectónicas mermen un ápice su amor por la riqueza monumental de Montes y de todo nuestro Bierzo. Y tampoco me extrañaría nada que, de camino a su tierra, José Diego Rodríguez Cubero se pare en Astorga a comprar unas mantecadas, sin que por ello su amor por El Bierzo se resienta.
Por otro lado, me consta que, sin dejar de ser berciano, Diego Rodríguez Cubero también asiste a los plenos de la Diputación de León, tal y como pude comprobar cuando al finalizar el Pleno en el que se aprobó la moción de apoyo a la candidatura de la Tebaida Berciana como Patrimonio de la Humanidad, presentada por mí en nombre de Coalición por El Bierzo, Rodríguez Cubero me abordó sin identificarse para agradecerme personalmente la defensa que hacíamos de la Tebaida Berciana. Lo recuerdo como si fuera ahora. Y lo que más me llama la atención es que este hombre, siendo un berciano por todos sus costados, es un ser universal, al que su grandeza y humildad no le impiden reconocer a la Diputación de León ni a quien sea, todo aquello que estima bueno y positivo para su amada tierra.
A lo largo de mi vida siempre me han impresionado las cuatro palabras que definen los cuatro pilares en los que el emperador filósofo romano Marco Aurelio basaba su gobierno y su propia conducta personal: Sabiduría, Justicia, Fortaleza y Sobriedad.
Bueno, pues en el marco de la entrega del Botillo de Oro a Rodríguez Cubero, en ese enclave berciano privilegiado que es el monasterio de Montes de Valdueza, se produjo una circunstancia vital en la que, según mi opinión, esas cuatro palabras cobraron todo su verdadero sentido, toda su más amplia y arrebatadora dimensión:
Allí quedó patente la enorme sabiduría de un hombre sencillo, la sabiduría acumulada por el estudio de cientos de años de la historia de El Bierzo abriéndose paso entre piedras milenarias hacia todo El Bierzo y proyectándose de paso también a León y al mundo entero.
Y también la Justicia, que, como caída del cielo, abrazó a la sabiduría, porque todos reconocimos la sabiduría de este religioso berciano que vive en León y rezuma amor a El Bierzo.
Fortaleza; sí, porque todos allí nos sentimos fuertes, con la fuerza que proporciona la unión. Fuertes y unidos, porque el Bien Común es fuerte o no es nada. En ese maravilloso y mágico lugar berciano vi como nunca antes la unión de los niños pequeños con los ancianos que en la última etapa de su vida siguen manteniendo un amor desmedido, sincero e intacto hacia El Bierzo y quieren transmitirlo a los demás, a todos nosotros. Allí me di cuenta de que la fortaleza no consiste únicamente en sentirse berciano, sino en sentirse orgullosamente berciano dentro de León, de Castilla y León, de España, de Europa y del mundo.
También vi a los caballeros de la asociación Bergidum Templi soportando estoicamente el azote del sol como verdaderos guerreros templarios, sin ningún otro añadido y ninguna otra recompensa que la que les otorgan esas piedras seculares y el amor por su tierra y por sus gentes, dando así un maravilloso ejemplo de fortaleza y de entrega.
Sobriedad. La sobriedad de un humilde arroz con botillo cocinado y preparado con las manos de unos abnegados voluntarios, dispuestos a trabajar mientras el resto de nosotros disfrutábamos. Y al final de la comida, una manzana de El Bierzo, no hay nada más sobrio ni tampoco mayor tesoro que ese fruto de la tierra que pisan nuestros pies. Puede que a alguien esto le parezca prosaico, ridículo incluso, pero en mí produjo una emoción indescriptible y, aunque sólo fuera por eso, para mí el Partido de El Bierzo es grande y justifica sobradamente el enorme orgullo que sentimos en Coalición por El Bierzo de que esta formación nos acompañe en una singladura política hecha a base de amor y respeto a El Bierzo y a los bercianos, a todo El Bierzo y a todos los bercianos.
Con este acto de entrega a Rodríguez Cubero del 30º Botillo de Oro, el Partido de El Bierzo ha trascendido, ha rebasado las fronteras bercianas, ha pasado el Manzanal y ha llegado a León a Latinoamérica y a África y, gracias al reconocimiento a un hombre sencillo y universal, también él se ha convertido en un partido y en una idea universal que nos arrastra a todos.
Gracias Iván Alonso, por seguir manteniendo en alto la bandera de El Bierzo incluso cuando los demás desfallecen.
Gracias Daniel Santos, porque a pesar de tus problemas de salud no cejas en tu impulso ni en tu entusiasmo bercianista.
Gracias Luis Linares, por tu lección de humildad, por demostrarnos que no importa la responsabilidad que se tenga o que se haya alcanzado, porque a la hora de trabajar por los demás todos somos iguales y debemos esforzarnos con todo el arrojo y el entusiasmo de que seamos capaces.
Gracias Javo, por tu esfuerzo siempre generoso y porque siempre trasmites Bierzo y bercianismo por todos los poros de tu piel.
Gracias Manolo Gancedo, porque eres el mejor y tu pueblo, Montes, y todos nosotros podemos sentirnos muy orgullosos de ti.
Gracias a Antolín de Cela, porque la homilía que hiciste sobre el santo que abre las puertas del cielo fue maravillosa, y gracias a ti y a tus hermosas palabras San Pedro nos abrió a todos los bercianos las puertas del cielo. Gracias por tus planes para el monasterio de San Pedro y gracias por tu dedicación.
Gracias, en fin, a nuestros alcaldes de Torre del Bierzo y de Balboa, Gabriel Folgado y Juanjo López, así como a todos los alcaldes pedáneos, ediles, simpatizantes del Partido de El Bierzo y de Coalición por El Bierzo y a todos los bercianos y bercianistas de corazón.
Y quiero también darte las gracias a ti, Raquel de Castro Guerrero, porque si la bondad es el mayor signo de inteligencia, tú eres el ser el más inteligente de El Bierzo, gracias por tu ejemplo, por tu valentía y por ese bercianismo que nos arrastra a todos y por ser parte del aliento vital que anima a todo el bercianismo, gracias, Raquel. Te veo desde mi balcón, con los ojos abiertos y con los ojos cerrados.
No exagero si digo, de verdad, que en Montes de Valdueza El Bierzo ha estado más cerca que nunca del cielo. Y ello ha sido posible, sobre todo, gracias a José Diego Rodríguez Cubero, por abrirnos de par en par los portones del rincón de la historia, por universalizar El Bierzo, por hacernos ver que el mundo debe entrar en El Bierzo y que El Bierzo no debe cerrarse al mundo, como algunos pretenden. Este homenaje nos marca un camino a seguir en el futuro por todos nosotros.
Ha sido para mí un día feliz, un día de esos que jamás se olvidan y de los que uno siempre recuerda para poder seguir adelante en los momentos más duros.
Pedro Muñoz